COMPRENDIENDO EL DOLOR “… Mi hijo ha muerto”

Los Amigos Compasivos, Grupo de Apoyo Nacional, existente en Estados Unidos, han elaborado una guía que constituye la base de este documento y que acercamos a nuestro grupo, con adaptaciones de lenguaje, reflexiones adicionales con comentarios, y sistematización de los ítems, para promover su discusión y análisis.
Daniel y Gabriela Vítolo

QUE PASA CON MI DOLOR
  El dolor con sus altos y bajos dura mucho más de lo que la sociedad en general lo reconoce. Sea paciente con usted mismo.
  El dolor de cada persona es individual (único). Usted y su cónyuge van a experimentar y enfrentar el dolor de distinta manera.
  Es importante conocer que los procesos de dolor son distintos en cada persona, y que ello puede traer una serie de inconvenientes en las relaciones de los matrimonios y de la familia misma. Por ello es fundamental fijar este concepto: cada dolor es único e individual. Hay que evitar observar la manifestación del dolor del otro con espíritu o actitud crítica; ello llevara solamente a un distancia-miento, o a alimentar sentimientos negativos que ahondarán más profundamente tu dolor.
  Del mismo modo, ante la muerte de un hijo el matrimonio sufre. El apoyo que cabría esperar entre los esposos rara vez ocurre ante la muerte de un hijo. Ambos atraviesan por el dolor máximo y ni el marido ni la mujer tienen capacidad de apoyar al otro. Están quebrados ellos mismos, desintegra-dos.  
  No esperes que tu cónyuge comprende o solucione el dolor tuyo; ni la forma en que tu lo vives; pues cada uno debe atravesar la tragedia por su propio camino. Sin embargo respétense mutuamente en su dolor, y será ese respeto el que los fortalecerá en un camino que convergerá – finalmente – en lo que los une: el amor mutuo y el dolor mutuo.
  En materia de dolor no hay tiempos, ni todos los procesos pueden asemejarse. Sin embargo, lo que la experiencia indica es que hay una primera etapa donde el dolor se siente como una opresión permanente, constante y desgarradora; una segunda etapa donde se producen apariciones cíclicas de este síntoma; y una etapa final de estabilización donde el recuerdo de tu hijo comienza a manifes-tarse como una “emoción”.
  Es muy importante ser paciente y no exigirse más de lo que uno puede dar. No hay ninguna obligación de ser “fuerte”. Permítete sentir, con toda la intensidad que desees, el dolor y la ausencia. El proceso del duelo no podrás ignorarlo. Antes o después aparecerá. Todo indica que cuanto antes lo encares y más profundamente lo vivas, más oportunidades tienes de poder salir airoso de él. Como alguien lo ha ejemplificado: es necesario sufrir para dejar de sufrir.

PORQUE LLORAR
  Llorar no solo es aceptable, sino una saludable expresión de dolor y distiende las tensiones de madres, padres, hermanos y hermanas. Llore tranquilo y libre cuando sienta la necesidad de hacerlo.
El llanto es emoción y permite expresar el sentimiento de dolor. Provoca alivio y distiende; es un canal válido de exteriorización de un sentimiento. Por ello no es bueno “contener, resistirse a”, o forzar la “interrupción” del llanto. Siendo una exteriorización espontánea de un sentimiento es conveniente dejar “fluir” ese sentimiento hasta que solo se detenga.
Pero, así como la expresión de llanto es una demostración de amor y de emoción profunda, no debes inquietarte o preocuparte si no puedes llorar, no sientes la necesidad de llorar, o si las lágrimas no viene. El llanto es una forma de expresión; pero no la única. Frecuentemente los padres, por el estado de “shock” o por el bloqueo emocional que les produce la muerte del hijo, encuentran cerrados sus canales de expresión, y se sienten anestesiados, ausentes, o como participando de un mundo irreal o de acontecimientos externos a ello. No te asustes. Es natural, y dicho proceso puede durar algún tiempo.
  Por eso: llora si quieres; y no desesperes si no lloras. El llanto no mide el amor hacia tu hijo, ni es parámetro del dolor que te provoca su ausencia.
QUE PUEDE PASARME
  Las reacciones físicas causadas por la muerte de un hijo pueden incluir pérdidas de apetito, comer de más, disturbio del sueño y dificultades sexuales. Los padres pueden notar que les falta energía y no se pueden concentrar. Una dieta balanceada, descanso y ejercicio moderado, son especialmente importantes para toda la familia en este momento.
  Con frecuencia el dolor se manifiesta complementariamente en el resentimiento de la salud. A ello ayuda la alteración en el ritmo de horarios y de vida durante los días que siguen a la muerte de un hijo; ayudados – también – por la intensa vivencia emocional. Es común que aparezcan afonías, fiebre, desordenes intestinales, rechazos hacia comportamientos normales – cuando pensamos que nada puede ser normal luego de la muerte de un hijo – dolores musculares, insomnio, o por el contrario somnolencia. No debes asustarte ni preocuparte. Es normal que ello ocurra. Pero tampoco debes desentenderte; trata el problema con naturalidad pero no con displicencia. Consulta al médico y no evalúes la situación por tu cuenta ni tomes decisiones propias para mitigar los síntomas. Aun-que es normal que se presenten estos problemas, no es conveniente que el proceso de tránsito por el dolor se localice en ellos, generando enfermedades crónicas o dependencia alguna.
  Entiende que el dolor que sientes es tan intenso que tu cuerpo carece de armonía y de equilibrio; y ello tiene sus manifestaciones en las formas naturales en las que el organismo reacciona. Igualmente, tampoco estas en condiciones de devolverle inmediatamente la armonía a tu cuerpo, y para ello puede necesitar ayuda. Acepta tus limitaciones.
  Lo mismo ocurre con los comportamientos. La falta de interés en las relaciones sexuales, dudas acerca del mismo matrimonio, y toda clase de resentimientos y recriminaciones pueden aparecer. En esto sí debes intentar ser lúcido. El dolor ha empañado el cristal para observar y evaluar. No estas en condiciones de emitir juicios definitivos sobre tu matrimonio, tus relaciones ni los comportamientos de tus seres queridos. No ahondes el dolor sumándole a él otros dolores, ni dejes que el dolor te deje recibir un bálsamo que puede mitigarlo: el amor

QUE DEBO EVITAR
• Evite el uso de drogas o alcohol. Las medicaciones deben ser tomada solo en caso de necesidad y siempre bajo la supervisión médica. Muchas sustancias son adictivas, pueden llevar-nos a una dependencia química, además pueden detener o retrasar el necesario proceso del dolor.

  Tu no estas enfermo. Lo que te duele es el alma; y ese dolor no hay nada que pueda evitarlo. Al menos por el tiempo que ese dolor debe vivir en ti. Tarde o temprano tendrás que pasar por el y dejarlo hacer; o enfrentarlo. No es recomendable que busques sustitutos para “tapar” u “ocultar” ese dolor. El dolor algún día pasará; pero si te sumerges en otras dependencias, quedarás esclavo de ellas, y te resultará muy difícil salir de ese pozo.
  Evite aceptar las sugerencias de las personas que, creyendo que le hacen un bien, le invitan a adoptar actitudes como acudir a medicamentos, que a ellos “les han hecho bien”; a un olvido “tomando juntos copas”; alentando que pierdas el control, pues en definitiva “es tan terrible lo que te ha ocu-rrido… que todo vale…” o desordenes de conductas similares.
  Solo podrás superar tu dolor viviendo el proceso natural del mismo. Ese dolor tiende a mantenerte despierto para encarar la vida. No lo adormezcas. Hagas lo que hagas, y aún contra tu voluntad, el dolor en algún momento se manifestará; aunque hayas intentado adormecerlo con medicamentos, escapismos, o falsos sustitutos. Y la experiencia indica que el dolor adormecido se potencia y cuan-do aparece llega a destiempo y en forma inadecuada.
Si te sientes mal, o presentas desordenes de algún tipo, recurre a un profesional. El podrá determinar si necesitas medicación, y vigilará y controlará su administración, su dosis, su tiempo y tu evo-lución.
QUE OCURRE CON MIS AMIGOS Y PARIENTES
* Sus amigos y parientes pueden sentirse incómodos cerca suyo. Ellos quieren aliviar su dolor pero no saben cómo. Tome la iniciativa y ayúdelos a aprender a ayudarlo y apoyarlo. Hable de su hijo para que sepan que esto corresponde ( que es apropiado ).
  Puedes experimentar la sensación de que quienes más quieres, familiares y amigos, no te acompañan, o no te ayudan como tu quisieras. Ello te angustia, algunas veces, y te provoca enojos, otras. Lo primero que debes comprender es que ellos no saben cómo ayudarte, y que, además tienen miedo.
  No saben como ayudarte porque no pueden ni imaginar siquiera como te sientes, ni qué sientes. Para poder comprender tu dolor deberían haber pasado por la misma experiencia; o al menos imaginar por un momento que están en tu lugar (que a ellos se le ha muerto un hijo). Y es natural que eviten ambos supuestos. Es un medio normal de defensa frente a la desesperación que puede generarles la sola idea de que algo así pueda sucederles a ellos.
Por otra parte tienen miedo de causarte más dolor, o de hacer algo inapropiado. Otras veces lo dicen o lo hacen –con las mejores intenciones- ;pero porque no saben que otra cosa hacer.
  Del mismo modo, los tiempos para ellos juegan en forma muy distinta que para ti .Ellos creen que el tiempo pasa rápido. Y que tu recuperación es más fácil de lo que realmente es. Y esta es una creencia generalizada. Prueba de ello es que casi en forma masiva vienen a acompañarte y a estar con-tigo los primeros tiempos y que, mágicamente, también en forma masiva te dejan de acompañar. No los juzgues. Piensa cómo te comportabas tú antes de conocer lo que era este dolor.
Por ello, en lugar de juzgarlos, ayúdalos, y ayúdate a ti mismo. Es importante que les hagas saber lo que te gustaría que hicieran, o la forma en la cual pueden ayudarte.
  Si no te sientes con ánimo para enfrentarlos y conversar con ellos de este tema, puedes recurrir a algunos documentos que en diversos grupos e instituciones se han elaborado y entregarles un ejemplar para que lo lean y puedan comprender cuáles son tus necesidades.

QUE PASA CON LAS DECISIONES
* En lo posible posponga decisiones importantes (mudanza, cambio de trabajo, etc.) por un año por lo menos..
* Evite tomar decisiones apuradas con respecto a las pertenencias de su hijo. No permita que otros lo hagan o lo apuren. Usted lo puede hacer de a poquito y cuando se siente preparado. Es natural que frente a la tragedia que significa la pérdida de un hijo, y el impacto emocional que conlleva, sientas que debes cambiar en forma drástica algunos aspectos de tu vida, o que debes tomar decisiones inmediatas. También sientes que el tiempo se acaba, luego de lo vivido, cómo puede alguien pensar que hay “ tiempo” o que “queda tiempo”.
  Sin embargo , es necesario que admitas que no estás en condiciones de tomar decisiones drásticas; tu ánimo, tu razón y tu corazón funcionan a un ritmo convulsionado, fruto de la desesperación y del dolor frente a la muerte de tu hijo.
  No te dejes llevar – en estos temas – por los impulsos momentáneos, porque es muy probable que te equivoques en las decisiones, y ello te mortifique, tiempo después, cuando no puedas volver atrás sobre tus pasos.
  Tampoco es bueno dejarse llevar por la “presión” de los demás respecto a lo que “debes” hacer. No permitas que ellos decidan por ti-por más buena voluntad que tengan-. Comprende que si ellos deciden, con su decisión terminará el problema; pero las consecuencias de la decisión las vivirás sólo tu.. Por ello tiene que ser “tus” decisiones.
  El cambio de trabajo, una mudanza, disponer finalmente de las cosas de tu hijo, son decisiones que para ti, son trascendentes, y no resulta conveniente que sean tomadas a la ligera, en momentos de confusión, con desesperación, o bajo presión.
  Date tiempo,….y más tiempo. Todo podrás hacerlo, cuando consideres que es tu momento, o cuando te sientas preparado. Cada uno tiene su propio momento, y es en ese momento que debes decidir; de a poco, sin apuro; con serenidad y convencimiento.

ME SIENTO VACÍO
* Los padres pueden sentir que no tienen ya nada por qué vivir y piensan si habrá alivio. para tan intenso dolor. Esté seguro que muchos padres sienten lo mismo, pero uno vuelve a encontrar sentido y el dolor disminuye.
  Según ha podido advertirse, cuando muere un hijo, en los primeros momentos, a la fuerte conmoción inicial, al entorpecimiento, puede seguirle la negación de la realidad. Mentalmente, puede que comprendas lo que ha pasado, pero e una manera profunda, subconsciente, puedes resistirte y negar la muerte de tu hijo. Hay quienes siguen colocando su plato en la mesa, o mantienen intacto el cuarto de su hijo, y arreglado como si estuviera vivo, sin cambiar ni tocar nada, por largo tiempo.
  La negación no es un proceso que tenga una duración determinada, no hay tiempo preciso para des-hacerse de ella. Sin embargo, cuánto más tiempo dure, más difícil será para ti aceptar la realidad inmodificable de que tu hijo ha muerto.
  Es probable que cuando caigas en cuenta de dicha realidad, se te presente la sensación de que con la partida de tu hijo, se ha alejado de ti toda capacidad de amar. Te sientes vacío. Inclusive encuentras dificultades para expresar o sentir amor hacia personas a quienes nunca has dudado en amar, tu cónyuge o tus otros hijos. No te asustes. Es un proceso natural; y hasta permítete sentir de esa manera.
  Sin embargo, en cuanto puedas equilibrar tus sentimientos y comprender que el amor que sientes por tu hijo no está en él sino en ti; que es un sentimiento tuyo; podrás advertir que ese amor no lo has perdido, sino que lo conservas en tu corazón, de una manera íntima, profunda y tuya.
  Del mismo modo, si no tomas contacto con otros padres que han perdido a sus hijos, te darás cuenta que, si bien el proceso de recuperación es lento y prolongado, se puede volver a dar sentido a la vida, y encontrar la forma de positivizar la pérdida. Al principio te parecerá esto algo irreal. Sin embargo, no te niegues la oportunidad de apostar a ello. Ténte paciencia, espera, e intenta tu camino. Si el amor hacia tu hijo murto está en ti, será este mismo amor el que te dará la fuerza necesaria para superar tu dolor, aprendiendo nuevamente a vivir.

SIENTO TANTA CULPA
* La culpa real o imaginaria es una parte natural del dolor. Aparece con sentimientos y pensamientos de “si hubiera…”.
* Para resolver esta culpa debe aprender a expresar y compartir sus sentimientos y debe aprender a perdonarse a sí mismo.
  Pocos padres escapan de algún sentimiento de culpabilidad frente a la muerte de un hijo. Hay quienes no se sienten seguros de lo que han hecho, o de lo que pudieron hacer para que su hijo no muriera; o más allá, aunque la muerte se haya producido en forma absolutamente accidental o imprevisible, surgen dudas sobre si se ha amado a ese hijo lo suficiente en vida, o sobre lo que le di, o sobre lo que pude o debí darle.
  Nos han recordado que hubo una madre que sufrió meses de angustia después de la muerte de su hijo menor, por no haber comprobado si la puerta trasera de su automóvil estaba bien cerrada. Sus otros hijos le habían dicho que sí, cuando realmente no lo estaba. Su hijo cayó del auto y murió. Sin embargo luego de su proceso de angustia se preguntó: “…si tuviera a mi hijo de nuevo; podría vivir convencida de que jamás cometería otro error…?” para concluir que seguramente no podía prometer tal cosa.
  Es evidente que nadie puede prometer tal cosa, pues aunque uno pudiera cambiar lo que ocurrió un día, cabría preguntarse qué ocurriría al día siguiente.
  Insistir en la idea de culpa en nada ayuda; por el contrario – aunque generalmente no puede evitarse- sólo retrasa y dificulta el progreso en el proceso de superación del dolor.
  En los casos en que el hijo ha muerto por suicidio, se presentan excesos en los sentimientos de cul-pabilidad. Incluso habrá quienes acusen a los padres por no haber prevenido la muerte e, injusta-mente, el apoyo será poco. Lo importante es comprender que los padres han hecho todo lo que han podido, y que no se pueden controlar las acciones de nadie, incluso de nuestros propios hijos. En atención a la especial complejidad de este supuesto, las instituciones cuentan – generalmente con documentos específicos sobre el tema

TENGO RABIA
* El enojo es otra reacción común ante una pérdida.
* El enojo como la culpa, necesitan ser expresados y compartidos de una manera saludable y aceptable.
  Cólera, rabia, enojo, ofuscación, son sentimientos naturales frente a la tragedia que representa la muerte de un hijo. Los grados de intensidad de este sentimiento dependerán de tu carácter, y de las circunstancias particulares en que la muerte de tu hijo tuvo lugar.
  Estos sentimientos, por otra parte, pueden tener diversos destinatarios: los médicos, tu cónyuge, la persona que causó el accidente, los maestros. Los amigos de tu hijo, y hasta tu hijo mismo- por no haber sido prudente, por haber desoído tus consejos, por no cuidar su salud-.
  El dolor agudo siempre busca a quien echarle la culpa. Como si encontrar un culpable pudiera cam-biar nuestra realidad.
  Sin embargo es positivo expresar y manifestar estos sentimientos de cólera. Gritar en un cuarto solitario; pegarle a algún objeto – un almohadón ,un colchón- con fuerza; practicar ejercicios físicos, o simplemente hablar sobre tus sentimientos de ira.
  No desahogar tu rabia causa tensión y puede convertirse en algo contraproducente. Explicar tu rabia, gritarla a los cuatro vientos, es dejarla salir, y “gastarla” hasta dejar que ella se agote; para después recuperar la calma.
  Si tu rencor, rabia o cólera se convirtiera en algo crónico y permanente, intenta recurrir a alguna asistencia profesional de apoyo.
  También es frecuente que el enojo o la ira se dirijan hacia Dios. Se supone que Dios y sus Ángeles, los Santos y la Virgen, o los seres superiores y espirituales en quienes tu crees, debían cuidar a tu hijo. Les reprochas porque lo abandonaron. Inclusive se presentan casos curiosos en que personas agnósticas o ateas- que manifiestan claramente su descreimiento en un ser superior- también suelen culpar a Dios de lo ocurrido. Es parte del sentimiento de ofuscación que la rabia produce.
  No te sientas mal por ello. Sin embargo, es importante que trates de comprender que cuando el re-sentimiento contra Dios aflora a la superficie, conviene que se lo exprese en Su Presencia, exteriorizando toda la ira y el rencor que experimentas. Si realmente crees en Dios, y crees que puedes con-fiar en él, tienes que decirle la verdad y no ocultar tus sentimientos. Si tu crees que es verdadera-mente Dios, él sabrá comprender, cómo te sientes y te ayudará a buscar la paz que necesitas para superar tu dolor.

MIS OTROS HIJOS
• Los otros hijos son, muchas veces, los olvidados en este dolor.
• Ellos están experimentando las mismas emociones que Ud. Por eso, comparta sus pensamientos y lágrimas con ellos.
• Aunque sea un tiempo doloroso, esté seguro de que se sientan “seguros e incluidos. Los hijos que no murieron, sienten una doble frustración, han perdido a su hermano, y sienten que están perdiendo también a sus padres, que están sumidos en tal dolor que no les prestan atención, o no pueden contenerlos. Muchas veces los hijos reprimen su sentimiento y su dolor para no agravar el dolor de sus padres, en ciertos casos, y por temor a no encontrar res-puesta, en otros. Sin embargo no debemos presuponer que ellos pasan por una situación muy diferente a la nuestra. Comparte con ellos tu dolor y acércate a su dolor; respétalos en su forma de expresarse; respétalos aún en su silencio
• Es importante que ellos conozcan que tu amor por el hijo muerto no significa que has disminuido o mezquinado tu amor por ellos. También que sepan que ellos no tienen la culpa por no estar muertos.
• Habla con ellos de su hermano muerto, hazlos participar del duelo, de los recuerdos y de tus sentimientos. Ámalos cada día más, que en ese amor por tus hijos vivos crece el amor y el recuerdo por tu hijo muerto.
• Los grupos y organizaciones de ayuda tienen documentos de trabajo especiales para el tratamiento de la relación con los otros hijos cuando un hermano ha muerto, o respeto de los sentimientos que los mismos hermanos tienen.

ESOS MOMENTOS ESPECIALES
  Las vacaciones y los aniversarios de nacimiento y muerte de su hijo son momentos de mayor estrés. Considere los sentimientos de toda la familia cuando planifique como van a pasar ese día; deje tiempo y espacio para sus propias necesidades emocionales.
  Volver a vivir momentos que anteriormente vivías con tu hijo, o rememorar su muerte son obstáculos difíciles de sortear. La cercanía de esos momentos provocan una gran angustia y desorientación.   En los días previos tu te sientes perdido; no sabes que tienes que hacer; ni cómo hacerlo. También te inquieta decidir con quienes hacer lo que crees que debes hacer. Finalmente, no faltan quienes se acercan a ti y, con las mejores intenciones, te dicen “ que tienes que hacer” y “como hacerlo”, o te informan que “ellos han programado….”o “llevarte a algún lado”, o “que han encargado una misa”.
 O simplemente concurren a tu casa; o te pasan a buscar para llevarte a algún lugar. O te imponen que debes ir al cementerio, y ofrecen llevarte; o te inducen a cumplir algún rito determinado.
  Es importante que en esos días tu hagas lo que quieras y lo que sientas . No debes preocuparte si los demás se molestan contigo si no haces lo que ellos dicen que “debes” hacer.
  Tampoco aceptes algo que no quieras o no sientas hacer. Tu disgusto posterior será más doloroso aún que decirle a quienes te quieren que no deseas hacer lo que ellos desean que hagas. Conversa en los días previos con tu cónyuge y con tus otros hijos sobre el tema y acepta sus sugerencias, permitiendo que ellos participen y sugieran modos de pasar el día o el momento.
  Trata de vivir con tu grupo familiar estas experiencias y reserva algún momento del día para tu intimidad y para hacer lo que en el fondo de tu corazón sientas que debas hacer en soledad.
  Intenta sentir que tu hijo muerto está en tu corazón y que te acompaña en todo momento. Siéntelo presente. Comparte con él -en la intimidad más profunda- tus sentimientos. Evita racionalizarlo. Simplemente ámalo en forma incondicional. Ello puede ayudarte.

HE PERDIDO LA FE
  La muerte de un hijo, frecuentemente es como una especie de amenaza y examina la fe y la filosofía de vida de los padres. No se sienta perturbado si Ud. se está cuestionando viejas creencias. Para muchos la fe ofrece una ayuda para aceptar lo inaceptable.
  La muerte de un hijo es -seguramente- la prueba más profunda que deben experimentar las personas de fe. Del mismo modo, es inevitable que se produzca en las personas un replanteo general de su vida, de sus valores y del orden de sus prioridades.
  Para algunos, esta experiencia los acerca más a Dios, y fortalece su ya fuerte fe, o descubre que una fe que consideraban débil, o al menos no probada, era más firme de lo que creían.
  Para otros, lo ocurrido es desencadenante de un proceso de alejamiento o de cuestionamiento de sus principios de fe.
  Si estás entre los primeros, sin duda te resultará más fácil transitar el proceso de duelo, y quizás podrás evitarte algunas etapas del mismo. Si estás entre los segundos, tu sufrimiento será, tal vez, más arduo.
  Pero no debes inquietarte respecto de tu reacción, ya que la fe no es algo que puedas construir tu mismo; ni que puedas modelar; sino que te es dada. Por otra parte, una fe no probada, o no cuestionada, no es una fe adulta, ni madura. Lo ocurrido es una oportunidad de que cuestiones tu fe y crezcas en ella
  Lo que es indudable es que nadie, después de la muerte de un hijo vuelve a ser el mismo. Se produce en él un proceso transformador.
  Si eres hombre de fe, o prácticas alguna religión, acércate y abre tu corazón a aquellos sacerdotes o ministros de quienes puedas recibir una guía espiritual, apoyo y comprensión.
  La lectura de textos específicos , puede también ayudarte en este tránsito. Consulta para ello en los Grupos, que suelen tener ejemplares e información al respecto.

NUESTRO MENSAJE
LOS GRUPOS DE AUTOAYUDA
  Ayuda a sentirse involucrado participar de un grupo de padres que han tenido experiencias similares; compartiendo se disminuye la soledad y promueve la expresión de su dolor en una atmósfera de aceptación y comprensión.

HAY UN CAMINO
* Tanto los padres como sus familias. pueden encontrar consuelo y esperanza para su futuro mientras reorganizan sus vidas de una manera positiva.

224 Comments

  1. Hola, buenos días: he leído este texto del Grupo Padres Compasivos por segunda vez. La primera vez hacía poco tiempo del fallecimiento de mi hijo, hoy, a 4 años de ese momento , he vuelto a leerlo y realmente ha sido muy compatible con lo que he sentido durante este tiempo. Son palabras claras, contundentes, y por sobre todo muy reales, no «disfrazan»la verdad, te la muestran cómo es y éso es muy importante. No sirve, por lo menos a mí, que te digan cosas «hermosas» que a veces , y sobre todo al comienzo del duelo, no son lo que uno siente y sólo te provocan más confusión.
    Excelente como material de lectura.
    Gracias
    Norma
    Mamá de Mauro

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  2. la oportunidad de reconstruir una familia, no te la niegues, es una oportunidad valiosa y bendecida, ter aseguro, sin temor a equivocarme que no te arrepentiras, te deseo un espectacular exito, con fe y con mucho amor, haslo y se feliz.

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  3. Estoy embarazada de 23 semanas y hace más de un mes que no me hablo con el papá del bebé. Él perdió hace 3 años a su única hija cuando ella tenía 13 años y actualmente está separado de la mamá de la nena. El embarazo no fué buscado y llevábamos muy poco tiempo saliendo. Tomé la decisión de separarnos después de incontables peleas y discuciones, todas ellas por una misma causa: el abandono y el desinterés. Mi primer embarazo se estaba conviertiendo en una horrible pesadilla y por eso fuí rotunda en mi decisión. Después de una terrible y última discusión (terrible porque dije cosas terribles) no volvimos a hablarnos. Si se tratara de él o de mí pondría mi orgullo por sobre todo. Pero viene un bebé en camino y no sé qué hacer.

    Al principio parecía contento con esta segunda oportunidad de ser padre, pero de a poco se fué alejando de nosotros hasta practicamente desaparecer. Buscando ayuda encontré el libro «Un hijo no puede morir» y por eso llegué hasta acá. El libro me ayudó a entender un poco más su dolor y su proceso de duelo. Y que las reacciones y actitudes que me hacían sentir que era un mounstro desalmado, sean, probablemente consecuencia de su proceso de duelo.

    Los primeros meses de embarazo me sentí muy sola y con frecuencia sentía que no quería a este bebé. Pendulaba entre el amor y el odio. Entre la vida y la muerte. Hoy estoy feliz con mi bebito y logré sola, el equilibrio que me hacía falta para continuar con armonía esta milagrosa etapa.

    Quisiera saber si alguien que haya estado en una situación similar puede darme algún consejo.

    Muchas gracias por lo que hacen.

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