Por Enrique Conde
Cuando se pierde un hijo, la vida se da vuelta como un guante de goma que uno se saca de la mano, como los guantes de los cirujanos, que la única manera de sacárselos es dándolos vuelta y todo lo que estaba afuera queda adentro y todo lo que estaba adentro quedó afuera.
Así comienza a ser la vida para nosotros…
Entonces, cuando viene un aniversario, cuando viene un cumpleaños, cuando viene el día del padre o de la madre, cuando llega la Navidad o el año nuevo, un lamento frecuente es “no tengo a mi hijo que me haga un regalo o me trasmita un augurio de felicidad”…
Hay que ponerse en el lugar que se nos ha dado vuelta la vida, porque ahora nosotros tenemos que regalarle a nuestros hijos y lo único que tenemos para regalarles es nuestra vida, a través de la manera como vivamos ese día.
Antes, cuando los hijos estaban con nosotros, veíamos la vida a través de sus ojos; ahora ellos ven a través de nuestros ojos y la obligación que tenemos es qué es lo que les vamos a dejar ver a través de nuestros ojos. ¿Les vamos a dejar ver todas las miserias, todas las penas, todo lo feo o vamos a hacerles ver la belleza que todavía tiene la vida?
Seguimos siendo responsables y el papel se dio vuelta y ahora soy yo el que tengo que hacerle un regalo a mi hijo, con la manera como vivo esos días especiales.
Renacer apela al poder de transformación, inherente a cada ser humano, que muchas veces yace dormido en su interior, que es ayudarlo a ver o intuir la luz del sentido más allá de las lágrimas asumiendo responsabilidad por su vida y lo que le toca vivir a cada uno.
También Renacer apela a la responsabilidad del padre frente a su hijo, a lo que se espera de él frente a la vida misma y, en un acto supremo de amor y autorenuncia, invita a levantarse por encima de su dolor, a saltar sobre la barrera de sus emociones, a elevar la mirada hacia el horizonte, para poder descubrir el sentido de su vida, aquel que sólo él puede realizar.
¿Qué podemos dar por ellos? Sólo lo mejor de lo mejor de nosotros mismos. ¿Quién quiere dar llanto, quién dar pena en homenaje a un hijo? ¿quién quiere dar miseria en homenaje a un hijo? ¿quién quiere dar odio en homenaje a un hijo? ¿quién quiere dar bronca en homenaje a un hijo? Nadie.
Nuestra propia conciencia nos va decir cual es el homenaje correcto.
Y así nuestros hijos, estrellas fugaces que pasaron por nuestras vidas, para transformarnos, recibirán de nosotros, una vida vivida en su homenaje.
Viernes 14 de diciembre de 2018
De Gustavo Berti, eiségesis para estas fiestas, recopilado por Enrique y Ana Doris de Renacer Congreso, con el recuerdo más dulce que pueda existir para nuestra querida dulce Ana, hoy junto a Enriquito, en el lugar de nuestros hijos.