¿Cuál es el desafío para quienes hemos perdido un hijo?

De la fuente inagotable de RENACER

        La crisis existencial que se manifiesta, luego de la pérdida de seres tan queridos como son los hijos, provoca, en primera instancia, un estado desconocido en el que se produce un verdadero aislamiento existencial; desaparece el mundo circundante que rodea al ser sufriente.

         Desaparece no sólo su significado, sino que desaparece el mundo mismo, y es posible experimentar la nada, en su plenitud; es como una puesta entre paréntesis del mundo que nos rodea.

        Se han rotos los puentes de comunicación con los demás.

        Nada hace más egoísta al hombre y más cerrado en sí mismo, que el hecho de sufrir, pues para el hombre que sufre es sólo él y su dolor, no existe el sufrimiento de la humanidad; en ese momento es solamente su dolor y el ser sufriente queda atrapado en su dimensión psicológica.

       El hombre se ve inmerso en la ocupación egoísta de sí mismo, una especie de auto-contemplación psicológica perpetua, que conduce a disecar su vida anímica en la que las emociones se aferran a él, lo poseen y lo posicionan en su mundo interior.

        Encerrarse en sí mismo puede ser visto como un fracaso en el intento de reconquistar el ser desde esa nada a la que ha sido arrojado.

         Según Víctor Frankl, quien es arrojado a esta nada existencial, se enfrenta a dos posibilidades extremas, o permanece en profundos estados llamados de ensimismamiento o se encuentra con su propia autotrascendencia saliendo de sí mismo.

          Ante la profunda señal de alerta implícita en una crisis tal, el hombre sólo si responde a su intuición, llega a saber que la salida existencial no la encontrará sumiéndose en el pasado, la salida siempre estará por delante suyo, en lo que aún queda por realizar de ese futuro en el que yacen las posibilidades aún no realizadas y puede darse cuenta que la única manera de eliminar la oscuridad es dejando entrar la luz.

        Para salir del ensimismamiento es necesario entender al sufrimiento como un fenómeno patrimonio de la humanidad entera, tal como lo es la muerte y la angustia y no como un fenómeno sólo del hombre que lo está viviendo.

         Es necesario desconectarse de las propias vivencias y ver al sufrimiento como una plataforma desde la cual es posible, asumir una actitud que reconozca la capacidad para oponerse a cualquier condicionamiento ya sea físico o psíquico, lo que representa un salto hacia su dimensión espiritual. 

         Entonces, es cuando adquiere relevancia la “ayuda mutua” pues ésta consiste, precisamente, en salirse de uno mismo hacia otro ser humano, hacia un hermano que sufre; el preocuparse por otro ser sufriente hace posible el distanciamiento del propio yo sufriente.

          Quienes llegamos a RENACER lo hacemos por no querer vivir como estábamos viviendo, con la esperanza de descubrir en la ayuda mutua un ámbito para salir del aislamiento.

          Con la presencia del otro, se reconstruyen, en primer término, los puentes de la comunicación, que es requisito fundamental para la existencia de la ayuda mutua.

          La tarea es descubrir qué es lo que comienza, pues como lo expresa el Mensaje de RENACER “se abren nuevos caminos y la vida tiene tesoros para descubrir y cada uno puede descubrirlos, pero depende de cada uno.”       

          RENACER es ESPERANZA… la esperanza de que llegará un momento, en que la paz interna, la que perdimos el día de la partida de nuestros hijos, llenándonos de oscuridad, volverá a nosotros, como demostración cabal del triunfo del amor sobre el dolor.

          Entonces, el desafío para quienes hemos perdido hijos, no es lamentar lo perdido, sino encontrar los nuevos caminos que se abren a partir de esa pérdida; nuevos caminos de esperanza, de amor, de solidaridad, de compasión, de tratar de ser mejores.

                                                        Viernes 24 de mayo de 2024

Eiségesis de lo expresado por sus iniciadores Alicia Schneider  y Gustavo Berti, recopilado por Enrique y Ana Doris, con el aura de Ulises y el recuerdo más dulce que pueda existir para nuestra querida dulce Ana junto a Enrique y a Enriquito.  

Hoy, me toca a mí Ana Doris, en homenaje a mi querido papá, continuar su obra ya escrita de antemano pensando que este momento llegaría algún día y dejándome como trasmisora de su labor de mensajero de RENACER, ya que siempre afirmaba, fervientemente, que el mensaje de RENACER debe trascender a las personas.

   De RENACER Congreso – Montevideo, Uruguay

                                              “Por la Esencia de RENACER

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