Amor y aceptación como ejes para vivir tras perder un hijo

Publicado en la Edición 2750 de Misiones On Line  
El grupo Renacer en Posadas se reúne el primer y tercer martes de cada mes, y en esos encuentros la sonrisa y la nostalgia de unos diez padres son materia corriente. Más de una lágrima se escapa en cada encuentro.

Por Mercedes Berón


La puntualidad no parece ser una de las características del grupo. Aunque tienen muchas cosas en común. La foto de su hijo que ya partió en su billetera es una de ellas. La sonrisa del encuentro es otra particularidad.
El primer año está signado por las fechas sin ese ser querido. El duelo es personal y hay que transitarlo. El llanto es inevitable. Aprender a caminar otra vez sin ese hijo es una constante en estos padres que buscan salir adelante.
Los relatos comienzan a surgir en la fresca noche de una de las reuniones mensuales de Renacer, el grupo de padres que han perdido a sus hijos. La brisa corta la nostalgia que hace aparecer más de una lágrima.
La encargada de comenzar es Lala, quien también oficia las veces de coordinadora del grupo. «Mi hijo Roberto falleció en 1994 a los 22 años, así que tengo muchas vivencias. Tenía en ese momento una hija de 16 y otra de 18. Así que eran amigos y compinches. Él se fue en septiembre, y yo llegué en octubre”, recordó.
“Cuando se nos muere un hijo decimos que nos encontramos en un espacio indefinido, desconocido, donde todo tambalea, parece que todo se te viene encima, donde uno no ve, no escucha. Una está cegada por el dolor, que a veces nos hace egoístas y malos. Yo me encerré en mi dolor, no me importaba lo que le pasaba a mi marido, a mi hijo. Y fue mi marido el que me sugirió ir al grupo y me llevó a la primera reunión. Yo no quería ir. Pero cuando llegué sentí ese abrazo y esas miradas que me reconfortaron. Ví a esos padres sonrientes, vi que estaban charlando, y no entendía, y después me di cuenta de que se podía aprender a llevar. Uno aprende todo de vuelta”, recordó Lala. Y desde ese entonces está y sigue estando para devolver todo lo que le brindó el grupo. “Pude recuperar mi familia, recuperé mi fe, me recuperé yo”, agregó.
“Roberto fue mi primer hijo, con él aprendí, él me enseñó un montón con su venida y con su partida sigo aprendiendo. Y seguiré aprendiendo hasta el momento en que me reencuentre con él. Él se fue por algo, porque era su momento, su tiempo, y yo me quedé por algo”, aseguró. Lala disfruta ahora de Robertito, su nieto de 8 años que no llegó a conocer a su tío, pero que lo tiene presente como si hubiera sido así.
Por su parte, Claudia (38) perdió a su hijo Néstor de 15 años en el 2002. “Pasó la primera semana y es como que quedé bloqueada, uno no sabe lo que pasa. Llegué a Renacer por la plazoleta que tenemos en Mitre y López Torres. Yo caminaba, veía, y decía ‘cómo estos padres tienen ganas de seguir viviendo, de seguir plantando, a pesar de todo lo que les había pasado’. Cuando busqué la forma de llegar fue gracias a los números de teléfono que están ahí”, comentó la mamá de Néstor. “Sigo viniendo porque estoy totalmente agradecida”, agregó.
“Encontré personas a las que no había visto nunca en mi vida, y parecía que las conocía de toda la vida. Me escucharon, yo entendía lo que ellos me decían, ellos entendían mi dolor lacerante que parece que te va a destrozar el corazón. Uno cree que se va a morir en ese momento. Uno sabe que tiene que seguir viviendo. En mi caso yo tenía otros hijos chicos y tenía que estar bien por mis hijos, por mí, por la familia”, expresó Claudia. “Los amigos de Néstor ayudaron a que yo lo recordara bien. Él era muy joven y como todo adolescente, complicado”, comentó.
“La más chica de mis hijas tenía un año y medio cuando se fue Néstor, y ella lo integra como si estuviera presente, pero ella sabe que no va a volver. Él está presente dentro nuestro. De alguna forma se hizo una ausencia presente”, explicó. “Todo se lleva la muerte, lo único que no se lleva es el amor que sentimos por ellos”, resumió Claudia.
Por su parte, Mabel contó que su hijo Juan falleció hace diez años, a los 14, en un accidente. A los diez días ya estuvo en el grupo. “Cuando perdí a mi hijo yo supe que no me iba a quedar tirada. La idea de recurrir a Renacer apareció instantáneamente y también porque a mi me llamaba la atención de esta gente, sin conocerla, ese árbol de Navidad que yo veía (en la plazoleta todos los años), ese empuje que tenían, eso quiere decir que uno puede, que tiene la posibilidad y la fortaleza dentro de uno para poder salir adelante y honrar a nuestros hijos”, relató Mabel. “No quiero que la partida de mi hijo sea motivo de mi mal vivir. Por el contrario, siento orgullo de haberlo tenido y estoy agradecida inmensamente a la vida de haber podido compartir con él esos 14 años”, recalcó.

Un lugar vacío

Rubén integra Renacer hace seis meses, ya que hace siete que su hijo Rubén Darío de 25 años, partió tras un accidente de moto. “Mi hija me vio mal y contactó a Lala. Lo hizo sin que yo sepa, pero estoy muy agradecido de haber venido. Uno paulatinamente va recuperándose. Yo de ninguna manera me recupero totalmente todavía, es muy breve el tiempo que pasó, pero estoy mejor que antes. En mi casa siempre hay un lugar vacío…”, dice mientras se quiebra en llanto.
Idalina es mamá de Ricardo, integra el grupo hace 12 años porque su hijo de 21 años falleció hace 16. “Vine después de unos añitos, porque mi hijo falleció antes de que esté Renacer acá. Para mí yo ya estaba bien, ya había pasado. Pero por lo visto no porque mis hijos se daban cuenta que algo me faltaba”, recordó.
“Me di cuenta de lo que me faltaba. Mi hijo falleció y nadie me hablaba de él, trataban de evitar el tema. Y a mi me desesperaba. Pero si mi hijo vivió, estuvo acá, pasó por esta vida… ¿cómo nadie lo va a recordar? Nadie me podía hablar de mi hijo. Porque yo cuando empezaba a hablar de él lloraba, y trataban de evitarlo. Pero yo necesitaba hablar. Renacer me ayudó a tener a mi hijo presente, y que todo el mundo sepa que yo soy la mamá de Ricardo”, rememoró Idalina. “Encontré la contención que buscaba y me quedé”, subrayó.
Marité es mamá de Nati, una joven de 15 años que falleció hace trece años. “Fue mi primera hija, la mayor. Me dejó un montón de cosas. De la partida de ella me sorprendió el lugar en el que me dejó, porque entendí enseguida que yo seguía siendo mamá de Nati. El lugar que ella dejó en nuestras vidas es para siempre. Y para todos, en la escuela, con las compañeras y los profesores, éramos y somos los padres de Nati. Es un orgullo y un placer que la tengan presente espiritualmente”, dijo Marité.
“En los lugares que ella estuvo siempre se acuerdan de ella, hacen reuniones en honor a ella, tanto es así que a los dos años nos llamaron para la colación del curso de ella. El entorno fue el que no me dejó caer en el momento, pero después de dos años sí. Como nosotros teníamos prácticamente la familia separada por la enfermedad de ella, yo en Buenos Aires con ella y los hermanitos y el papá acá, la estructura de la familia no era la misma. El unirnos de vuelta, integrarnos como familia y a la vez la partida de ella, fue muy difícil. Y ahora puedo hablar de Nati tranquila, feliz, sintiéndola conmigo, y hablar como si ella estuviera presente”, comentó.

Ayuda mutua

Renacer surgió en Córdoba en 1988, el fundador fue un neurólogo después de perder a su único hijo varón. En Posadas nació el 8 de marzo de 1994, de la mano de la doctora Norma Cabral, tras la muerte de su hijo Andrés.
El grupo Renacer se reúne el primer y tercer martes de cada mes por la noche en el Círculo de Suboficiales de Prefectura de Posadas, sobre calle San Martín. Se trata de un grupo de ayuda mutua. «Uno cree que está ayudando al otro pero uno recibe en realidad esa ayuda. Contamos cada uno lo que nos pasó, nuestro testimonio, nuestra experiencia, qué hicimos de bueno y qué de malo. Las madres principalmente creemos que somos las que más sufrimos, y nos olvidamos de los otros integrantes de la familia. Está el papá, están los hermanos, están los abuelos, los amigos. Y si hay hermanos ellos también sufren por ese hermano que se le ha ido, con el que han compartido muchas cosas”, expresó Lala.

El dolor común

“Es inevitable que se escapen las lágrimas. Al principio es un llanto desesperado, doloroso, y después es como una dulce nostalgia por la ausencia física”, comentó Marité, la mamá de Nati.
“Es bueno hablar en familia de la pérdida, porque de lo contrario no se llega a elaborar el duelo”, dijo Claudia, mamá de Néstor.
No les gusta hablar del momento trágico que se llevó la vida de sus hijos, porque «nuestros hijos fueron, son y serán mucho más que ese momento, y recordarlo no nos deja nada bueno», dijo Lala, mamá de Roberto.
Tras una pérdida importante, las parejas se separan, o buscan otro bebé, o se mudan. Estos padres consideran que estas decisiones son precipitadas. Otros puntos a tener en cuenta es la lucha con los recuerdos, el recelo de la gente.

8 Comments

  1. Perdí a mi hijo Andrés de 24 años hace tres años, me lo mataron, no se quien. Mi Andrecito era mi vida, lo contemplaba lo lindo que era, su risa, su alegría y ya no está.
    Sigo viviendo, pero me parece que floto, no me siento agarrada en la tierra, lloré tanto, aún lloro y lo busco, y le hablo.
    Tengo unos día «buenos», en que me entierro en trabajo, otros muy malos en que no me encuentro.
    Solo quería decir eso. Muchos saludos

    Me gusta

Deja un comentario